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lunes, 14 de mayo de 2012

Santa Vida




''...ahí estábamos los dos.

Según nuestra suerte nos fue llevando en este curso, he sentido en mi corazón el peso inigualable de la impotencia.

500 personas concentradas a altas horas de la noche comiendo, irritándose. Llevando a sus bocas cada trago amargo y cada pedazo rancio, desparramándose equitativamente su grasa corporal a su desesperación en la fila de espera. Sus cachetes regordetes y su mirada famélica hacen explorar en la imaginación infinidad de parentescos brutales. De vez en cuando se deja entre ver uno que otro tipo que ha tenido relaciones sexuales con algún animal, y se le nota borracho, con la mirada perdida y la boca espumeante, victimas de su propia voluntad tan frágil y negligente. Las miradas se tornan ante ellos como si quisieran, con los parpados abiertos, alejar a ese mal espíritu que poseyó a tan inocente criatura. 
La explanada tan austera de la Delegación estaba atestada de personas que en bullicio saltaban y reían alegres. Como fiesta había de sonrisas, cientos sonriéndose, carcajeándose. De vez en cuando, uno que otro le daba un pinchazo con un tenedor a otro, devorando la parte arrancada de un solo golpe, a los que quitaban partes vitales del cuerpo, con cierta tendencia a la yugular, tenían el derecho de guardar el cadáver y comer de el poco a poco durante un tiempo. Hasta que la corrosión no consumiera el espíritu, decían.
Igualmente alcance a grabar a unos gentiles hombres-payaso, que traían a la audiencia diversión inigualable, hacían bromas y picardías, saltando y cayendo sin parar, haciendo enfadar a uno que otro, arriesgándose a ser apaleados por algún tipo molesto con su padre o su madre quizás. Aun así hay días negros, en los que estos hombres hacen reír a una pequeña, y esta envuelta en su enajenación, se pierde en su propio sueño y es tomada por la fuerza su inocencia. Una vez cometido esto, les pegan una nota en su frente
“Perversa”
Llegue a ver largas filas de chicas pasar por ahí y la mayoría de ellas arranco de su piel el adhesivo de tales escritos macabros.
Había un cumulo de personas muy impresionante en el centro de tal lugar. Todos aparentaban estar muertos, cuando no era tal la verdad, respiraban y oían, escuchaban, bostezaban gentilmente, cual hipopótamos satisfechos con la vida en el zoológico.
Entonces salió una persona con un micrófono, diciendo frases como:

- Somos más felices con la Santa Vida, estamos mejor y mas bien, todos nosotros nos alegramos por eso; obedecemos al mejor y es al que debemos todo, somos nada, pero somos algo con la Santa Vida, por que la Vida, es justa y jala parejo.
La Santa Vida se creo ante la necesidad de reconocerle a las más crueles personas, el poder de vender su bondad, pronunciando con cierto siseo que los obligaba a hablar muy tenuemente. – Él te protege por que eres bueno y pagas tus tributos, él te ama por que eres amable y servicial, se servicial y él te estará amando, eternamente, él te comanda a que vivas y que tengas una vida santa, él te ordena por que te ama.
50 personas mas llegaron al lugar, al principio creí que sus vestiduras eran largos vestidos rasgados de su parte inferior, muy apretados para la ocasión, pero enseguida caí en cuenta que los arribados, vestían su carne viva, sus músculos brillaban esa noche ante la mirada de los presentes. Sonreían más que cualquier persona, se frotaban entre ellos frenéticamente, corrían entre ellos, y azotaban un par de huesos que cada uno cargaba con cierto afán.
Se mostró ante nosotros igualmente, una fila compuesta por 5 individuos, cada uno vistiendo la piel de aquellos incautos,
El color rojo reinaba apacible esta noche de maravillas, senado ante tal espectáculo no tuve otra que reírme maravillado de la cautela de estos sujetos. Sus rostros brillan cual cometas, mientras que sus cuerpos están totalmente negros, según sé.
Por esto están ahí vistiendo tales atrocidades; los demás así no notan su color verdadero, el color del abismo.
El grupo muerto de en medio parece notar esto, pero poco hace para alejarse de estos depredadores, que en medio de una ovación, empezaron a golpear a cualquier persona que tuvieran enfrente, hirviendo su sangre de tal modo que la violencia empezó a contagiar a la multitud. Ver la sangre brotar de los parpados, incluso verla estallando de un estomago es delirante.
Aun mas gente llegaba al conglomerado, pareciendo turistas perdidos en un mundo extraño, mirando a cualquier lado bobamente y preguntando cosas que estaban lejos de ser respondidas. Deje de observar a tales seres, solo por el miedo a empezar a pensar más en ellos que en mis conciudadanos.
La enorme turba de ojos y brazos se sometió una vez más a una orgia de gritos, acompañada de tambores huecos, que contenían solo algunos huesos, extraídos del lugar  obscuro de este relato.
Por fin llego el heraldo, es una mujer, no es muy bella, mas bien es totalmente lo contrario a eso, con un cuerpo digno de el mas holgazán cerdo de una huerta, digno quizás de los mas grotescos dibujos de Botero, esta aberración sonreía complaciente, pero no movía ni un centímetro su cara, que mas bien parecía un cuajo sobre el cual alguien había deseado añadir al rostro una pieza de pared, embadurnada de crema.
Su entrada fue acompañada de los mas estruendosos tamborazos y de los mas caóticos gritos, empecé a dudar que esos grito fueran provenientes de la multitud y miré hacia abajo esperando no sentir el temblor en los pies, confirmándome que provenían del subsuelo.
El heraldo fue ovacionado por algunos minutos, en el clima de los gritos este saco una daga de su túnica y la hundió de lleno en su barriga, la rajada no tardo en expandirse hasta convertirse en un caudal de sangre del cual surgió un pequeño feto de muy corta edad, aunque ya bien formado de sus miembros. Pequeño y suave.
La homicida lo tomo entre sus manos y encajo una mordida salvaje en el costado derecho del pequeño, tragó por unos segundos y luego volteo a ver a la multitud que la observaba atónita. Acto seguido, saco de su boca sangrante, un pequeño hueso, que bien podían ser la mitad de las costillas del ahora, difunto bebe.
La multitud no espero en mostrar su gratitud a su líder. Esta coloco el pequeño hueso dentro del tambor y le dio lo que restaba a los 5 personajes que vestían la piel de los otros 50. Ellos prontamente consumieron la carne del hijo y echaron los huesos en el tambor.
Un hombre anciano empezó a golpear dicho instrumento, ferozmente. Era el sonido de el corazón del bebe, decía la gente risueñamente.
La voz del heraldo se escucho de entre la multitud, sonora y cínicamente. Dijo tales palabras que no me quito de encima desde que las pronuncio, tal vez habré cambiado algunas palabras, pero recuerdo la oración que me nublo el pensamiento por mucho tiempo.
“Estamos aquí por la vida señores, por que la vida rige con crueldad; la muerte se sonroja ante la vida, la santa vida alarga su crueldad hasta que la piadosa muerte se aparece, la muerte surge de repente, pero la vida es continua, es un ciclo permanente, la muerte se puede vencer viviendo, pero la vida jamás es vencida, siempre hay algo adelante que vencer, siempre hay nuevos retos y nuevas experiencias, contamos con la providencia de la vida, nada nos faltara”
Dicho esto la gente salió fuera de si, los payasos sonrieron hasta que sus labios se desgarraron, las niñas hasta que sus ojos desorbitados estuvieron, los gordos reventados de comida y los borrachos ebrios de lujuria, atravesando mi lente.
Terminado el festín las personas lloraron por meses a las personas que no regresaron del evento.