''...ahí estábamos los dos.
Según nuestra suerte nos fue llevando en este curso, he sentido en mi corazón el peso inigualable de la impotencia.
500 personas concentradas a altas horas de la
noche comiendo, irritándose. Llevando a sus bocas cada trago amargo y cada
pedazo rancio, desparramándose equitativamente su grasa corporal a su desesperación
en la fila de espera. Sus cachetes regordetes y su mirada famélica hacen
explorar en la imaginación infinidad de parentescos brutales. De vez en cuando
se deja entre ver uno que otro tipo que ha tenido relaciones sexuales con algún
animal, y se le nota borracho, con la mirada perdida y la boca espumeante,
victimas de su propia voluntad tan frágil y negligente. Las miradas se tornan
ante ellos como si quisieran, con los parpados abiertos, alejar a ese mal espíritu
que poseyó a tan inocente criatura.
La explanada tan austera de la Delegación estaba
atestada de personas que en bullicio saltaban y reían alegres. Como fiesta había
de sonrisas, cientos sonriéndose, carcajeándose. De vez en cuando, uno que otro
le daba un pinchazo con un tenedor a otro, devorando la parte arrancada de un
solo golpe, a los que quitaban partes vitales del cuerpo, con cierta tendencia
a la yugular, tenían el derecho de guardar el cadáver y comer de el poco a poco
durante un tiempo. Hasta que la corrosión no consumiera el espíritu, decían.
Igualmente alcance a grabar a unos gentiles
hombres-payaso, que traían a la audiencia diversión inigualable, hacían bromas
y picardías, saltando y cayendo sin parar, haciendo enfadar a uno que otro, arriesgándose
a ser apaleados por algún tipo molesto con su padre o su madre quizás. Aun así
hay días negros, en los que estos hombres hacen reír a una pequeña, y esta
envuelta en su enajenación, se pierde en su propio sueño y es tomada por la
fuerza su inocencia. Una vez cometido esto, les pegan una nota en su frente
“Perversa”
Llegue a ver largas filas de chicas pasar por ahí
y la mayoría de ellas arranco de su piel el adhesivo de tales escritos
macabros.
Había un cumulo de personas muy impresionante en
el centro de tal lugar. Todos aparentaban estar muertos, cuando no era tal la
verdad, respiraban y oían, escuchaban, bostezaban gentilmente, cual hipopótamos
satisfechos con la vida en el zoológico.
Entonces salió una persona con un micrófono,
diciendo frases como:
- Somos más felices con la Santa Vida, estamos mejor y mas bien, todos nosotros nos alegramos por eso; obedecemos al mejor y es al que debemos todo, somos nada, pero somos algo con la Santa Vida, por que la Vida, es justa y jala parejo.
- Somos más felices con la Santa Vida, estamos mejor y mas bien, todos nosotros nos alegramos por eso; obedecemos al mejor y es al que debemos todo, somos nada, pero somos algo con la Santa Vida, por que la Vida, es justa y jala parejo.
La Santa Vida se creo ante la necesidad de
reconocerle a las más crueles personas, el poder de vender su bondad,
pronunciando con cierto siseo que los obligaba a hablar muy tenuemente. – Él te
protege por que eres bueno y pagas tus tributos, él te ama por que eres amable
y servicial, se servicial y él te estará amando, eternamente, él te comanda a
que vivas y que tengas una vida santa, él te ordena por que te ama.
50 personas mas llegaron al lugar, al principio creí
que sus vestiduras eran largos vestidos rasgados de su parte inferior, muy
apretados para la ocasión, pero enseguida caí en cuenta que los arribados, vestían
su carne viva, sus músculos brillaban esa noche ante la mirada de los
presentes. Sonreían más que cualquier persona, se frotaban entre ellos frenéticamente,
corrían entre ellos, y azotaban un par de huesos que cada uno cargaba con
cierto afán.
Se mostró ante nosotros igualmente, una fila
compuesta por 5 individuos, cada uno vistiendo la piel de aquellos incautos,
El color rojo reinaba apacible esta noche de
maravillas, senado ante tal espectáculo no tuve otra que reírme maravillado de
la cautela de estos sujetos. Sus rostros brillan cual cometas, mientras que sus
cuerpos están totalmente negros, según sé.
Por esto están ahí vistiendo tales atrocidades;
los demás así no notan su color verdadero, el color del abismo.
El grupo muerto de en medio parece notar esto,
pero poco hace para alejarse de estos depredadores, que en medio de una ovación,
empezaron a golpear a cualquier persona que tuvieran enfrente, hirviendo su
sangre de tal modo que la violencia empezó a contagiar a la multitud. Ver la
sangre brotar de los parpados, incluso verla estallando de un estomago es
delirante.
Aun mas gente llegaba al conglomerado, pareciendo
turistas perdidos en un mundo extraño, mirando a cualquier lado bobamente y
preguntando cosas que estaban lejos de ser respondidas. Deje de observar a
tales seres, solo por el miedo a empezar a pensar más en ellos que en mis
conciudadanos.
La enorme turba de ojos y brazos se sometió una
vez más a una orgia de gritos, acompañada de tambores huecos, que contenían solo
algunos huesos, extraídos del lugar obscuro de este relato.
Por fin llego el heraldo, es una mujer, no es muy
bella, mas bien es totalmente lo contrario a eso, con un cuerpo digno de el mas
holgazán cerdo de una huerta, digno quizás de los mas grotescos dibujos de
Botero, esta aberración sonreía complaciente, pero no movía ni un centímetro su
cara, que mas bien parecía un cuajo sobre el cual alguien había deseado añadir
al rostro una pieza de pared, embadurnada de crema.
Su entrada fue acompañada de los mas estruendosos
tamborazos y de los mas caóticos gritos, empecé a dudar que esos grito fueran
provenientes de la multitud y miré hacia abajo esperando no sentir el temblor
en los pies, confirmándome que provenían del subsuelo.
El heraldo fue ovacionado por algunos minutos, en
el clima de los gritos este saco una daga de su túnica y la hundió de lleno en
su barriga, la rajada no tardo en expandirse hasta convertirse en un caudal de
sangre del cual surgió un pequeño feto de muy corta edad, aunque ya bien
formado de sus miembros. Pequeño y suave.
La homicida lo tomo entre sus manos y encajo una
mordida salvaje en el costado derecho del pequeño, tragó por unos segundos y
luego volteo a ver a la multitud que la observaba atónita. Acto seguido, saco
de su boca sangrante, un pequeño hueso, que bien podían ser la mitad de las
costillas del ahora, difunto bebe.
La multitud no espero en mostrar su gratitud a su
líder. Esta coloco el pequeño hueso dentro del tambor y le dio lo que restaba a
los 5 personajes que vestían la piel de los otros 50. Ellos prontamente
consumieron la carne del hijo y echaron los huesos en el tambor.
Un hombre anciano empezó a golpear dicho
instrumento, ferozmente. Era el sonido de el corazón del bebe, decía la gente
risueñamente.
La voz del heraldo se escucho de entre la
multitud, sonora y cínicamente. Dijo tales palabras que no me quito de encima
desde que las pronuncio, tal vez habré cambiado algunas palabras, pero recuerdo
la oración que me nublo el pensamiento por mucho tiempo.
“Estamos aquí por la vida señores, por que la
vida rige con crueldad; la muerte se sonroja ante la vida, la santa vida alarga
su crueldad hasta que la piadosa muerte se aparece, la muerte surge de repente,
pero la vida es continua, es un ciclo permanente, la muerte se puede vencer
viviendo, pero la vida jamás es vencida, siempre hay algo adelante que vencer,
siempre hay nuevos retos y nuevas experiencias, contamos con la providencia de
la vida, nada nos faltara”
Dicho esto la gente salió fuera de si, los payasos
sonrieron hasta que sus labios se desgarraron, las niñas hasta que sus ojos
desorbitados estuvieron, los gordos reventados de comida y los borrachos ebrios
de lujuria, atravesando mi lente.
Terminado el festín las personas lloraron por
meses a las personas que no regresaron del evento.
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